En la edición 56 de la Bienal de Venecia, Possessing Nature fue la obra que inauguró la nueva sede oficial del Pabellón de México en la Sala de Armas del antiguo complejo del Arsenal de Venecia. La pieza fue el resultado de la colaboración entre Tania Candiani (Ciudad de México, 1974) y Luis Felipe Ortega (Ciudad de México, 1966), con la curaduría realizada por Karla Jasso.
Creada especialmente para la Bienal, Possessing Nature fue un proyecto que proponía un vínculo real y simbólico entre las atmósferas vitales de México y Venecia, haciendo énfasis en una reflexión sobre la memoria acuática de ambas ciudades anfibias: México fundada sobre un lago desecado y Venecia que acogió el mar adriático. La preocupación por exponer una pregunta concreta a la Bienal llevó a Candiani, Ortega y Jasso a indagar en la manera de plasmar cuestiones que caracterizan la globalización contemporánea, principalmente la tensión entre memoria social y la mirada hacia el futuro. A través de la materialización de una escultura monumental construida como un sistema hidráulico que evocara simbólica y figurativamente al drenaje que fluctúa, fluye, baña y derrama de forma cíclica y atemporal, esta obra es un símbolo de la memoria colectiva, imaginario cultural y recurso de la tecnología global.
Para representar a México en la 55ª Bienal de Arte de Venecia, se llevó a cabo la pieza Cordiox de Ariel Guzik (Ciudad de México, 1960) la cual fue curada por Itala Schmelz y ubicada en la Iglesia de San Lorenzo.
Cordiox -término derivado de cuerda y corazón- es una máquina-instrumento cuyo núcleo es un cilindro hueco de cuarzo fundido de cuatro metros de altura, articulado a un conjunto de cuerdas por medio de un sistema de puentes de madera. Ubicada en la iglesia de San Lorenzo, tenía la finalidad de establecer un diálogo sonoro con el espacio, describiendo melódicamente el entorno a través de una cadencia tonal sutil y expansiva. La obra tenía la capacidad de abarcar sonoramente toda la superficie interna y ambiente de la iglesia. El agua, el calor y los pasos del público son capturados por su mecanismo transformándolos en armonías, generando experiencias sensoriales irrepetibles.
La pieza fue inspirada por el amor a la naturaleza, la nostalgia por los mecanismos análogos y el afán del artista de conjugar el arte con la ciencia. Gracias a tres décadas de investigación y experimentación de laboratorio, Guzik es capaz de remontar al espectador a la fantasía y reflejar las reacciones empáticas entre los seres y las cosas. De esta manera, propone una ciencia que contradice el principio moderno de funcionalidad y sirve para hacer contacto o para producir sensaciones.
En la edición 54 de la Bienal de Venecia la artista Melanie Smith (Reino Unido, 1965) presentó tres piezas de videoarte agrupadas bajo el título Cuadrado Rojo, Imposible Rosa, y curadas por José Luis Barrios.
Cuadrado Rojo, Imposible Rosa, es un proyecto conceptual que agrupó tres trabajos audiovisuales: Aztec Stadium, que es el archivo visual de una acción realizada en el estadio Azteca con estudiantes de escuelas públicas y en la cual la artista elaboró un retrato sobre la idea de la patria y el caos que acompaña las revoluciones. Xilitla, es un filme experimental de 35mm que explora los múltiples significados alrededor del jardín surrealista de Edward James en Xilitla, San Luis Potosí. Y Bulto, que es una pieza en la que se muestra un bulto en distintos espacios públicos, participando en la vasta variedad de dinámicas urbanas.
Delirio, compulsión y melancolía son las tres afecciones que Smith explora en estos videos, respectivamente. La artista juega con los símbolos, significados y significantes sociales al retratar elementos y lugares representativos de la cultura mexicana y latinoamericana. Por medio de recursos cinematográficos como encuadres, edición, montaje y sonido, desmantela la estética y poética bajo las cuales fueron fundadas las utopías del siglo XXI. Smith genera un cuestionamiento hacia la práctica política e histórica de las diferentes estrategias de modernización que se llevan a cabo en medio de una utopía de globalización fallida.
Para la edición 53 de la Bienal de Venecia se seleccionó a la artista Teresa Margolles (Sinaloa, 1963) y al curador Cuauhtémoc Medina para representar al Pabellón de México, esta vez ubicado en el Palazzo Rota Ivancich, con la obra ¿De Qué Otra Cosa Podríamos Hablar?
La obra consistió en un conjunto de siete piezas que intervenían sutilmente el espacio. Sin embargo, en términos simbólicos, era imposible pasarla desapercibida ya que el objetivo era hacer un planteamiento que llamaba a desplegar la reflexión de los asistentes. El trabajo de Margolles se ha caracterizado por afrontar, desde una postura provocadora y contundente, temas como la violencia y la memoria de la pérdida provocada por la muerte violenta, así como la exploración de los restos humanos como materiales artísticos. Teniendo como contexto la ola de violencia generada en México por la guerra contra el narcotráfico, Margolles realizó recorridos necro-geográficos donde realizó un registro sonoro y visual de los territorios heridos de muerte, además de recoger residuos como lodo, sangre y fragmentos de cristales del pavimento. Con estos elementos creó una serie de instalaciones que desplegaban la abyección y que sacuden al espectador: telas impregnadas de sangre, vidrios incrustados en joyas idénticas a las de criminales, así como la reproducción del registro sonoro en uno de los pasillos del palazzo. Con estas estrategias, la artista insiste en la importancia del arte como catalizador y multiplicador de las interrogantes del individuo frente a su entorno.
El artista Rafael Lozano-Hemmer (Ciudad de México, 1967) fue el primer representante oficial del Pabellón de México. Para este proyecto se presentó un conjunto de instalaciones que dio forma a Algunas Cosas Pasan Más Veces Que Todo El Tiempo. Con la curaduría de Príamo Lozada y Bárbara Perea, el proyecto se ubicó en el Palazzo Soranzo Van Axel.
La exposición se conformó de seis instalaciones de arte digital creadas con software y hardware diseñados especialmente para ellas. Dado que uno de los principios del arte digital suele ser la interacción directa con el espectador, las piezas de Lozano-Hemmer permitieron a los visitantes experimentar las obras desde un primer plano. El artista convierte al cuerpo en una herramienta catalizadora para su obra, la cual se transforma en una alternativa de diálogo entre espectadores que, sin necesidad de interactuar entre ellos, se ven a sí mismos y a los otros a través de las piezas.
En la 25a Edición de la Bienal de Venecia, se presentó por primera vez un pabellón oficial de México curado por el entonces Director del Museo de Artes Plásticas, Subdirector General del INBA y pionero de la museografía en México, Fernando Gamboa. Presentado en un edificio dentro del Giardini, los artistas que representaron al pabellón fueron los muralistas José Clemente Orozco (Ciudad Guzmán, 1883 - Ciudad de México, 1949), Diego Rivera (Guanajuato, 1886 - Ciudad de México, 1957), David A. Siqueiros (Chihuahua, 1896 - Cuernavaca, 1974) y Rufino Tamayo (Ciudad de México, 1899 -1991).
La exposición constó de una selección de 59 pinturas de los cuatro artistas, provenientes de diversas colecciones nacionales e internacionales. El crítico francés Raymond Cogniat se refirió a la exhibición como "la máxima revelación de la Bienal” y continúa: “Nos hallamos ante una creación totalmente original, que se ha desarrollado fuera de las influencias europeas y que se impone con una violencia tal, que es imposible resistir”.
En esta edición, Siqueiros fue galardonado con el premio para artistas extranjeros otorgado por el Museo de Arte Moderno de São Paulo.
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